02 junio 2010

Históricos Parte 2

I Samuel y II Samuel
I Samuel – De la Teocracia a la monarquía
II Samuel – La nación establecida bajo Jehová

Estos son los dos primeros de los cuatro libros dedicados a los Reyes, y se refieren a la monarquía de Israel y de Judá, que duró unos 450 años, hasta el cautiverio de Babilonia. Los dos primeros, llamados también I y II de Samuel, relatan la historia de Israel desde el nacimiento de Samuel hasta la muerte de David.

El libro primero empieza narrando la historia de Elí y Samuel, que fue el último de los jueces, y el establecimiento de la monarquía en Israel (cap. 1-15); en la segunda parte refiere el fin de Saúl, el primer rey, y el advenimiento de David (cap. 16-31).

El libro segundo está dedicado por entero al reinado del Rey-Profeta. El autor de estos libros es desconocido. El texto hebreo pone el nombre del profeta Samuel al frente de ambos libros. Es realmente muy probable que gran parte del primero provenga de Samuel; pero hay que fijar su redacción definitiva en el tiempo después de David.

El objeto que se propone el autor, es mostrar principalmente la fidelidad de Dios en sus promesas y la divina providencia en la vocación de David al trono. Al mismo tiempo quiere el autor trazar una imagen del rey ejemplar David, en contraste con Saúl, a quien no es lícito imitar.

Eusebio Hierónimo de Estridón, Jerónimo de Estridón o también conocido como San Jerónimo, encarece la lectura de los libros de los Reyes, porque es fácil comprender su contenido y sacar las enseñanzas que Dios mediante ellos pone ante nuestros ojos y nuestro corazón.

Esta divina historia es como un bosquejo de todo cuanto ha sucedido en el mundo desde aquel tiempo hasta hoy. Mudados los nombres, la substancia es la misma. "Se descubre por todas partes aquella providencia paternal, aquel poder y sabiduría eterna, que todo lo dispensa, ordena y endereza al fin y cumplimiento de sus altísimos designios. En cada página se nos muestra al Señor como un Dios santo, benéfico, misericordioso, siempre pronto a perdonar las faltas de los que arrepentidos recurren a su clemencia" (Scío).

El personaje que se destaca en toda esta historia es David, el gran amigo de Dios y figura de Cristo que descendió de él según la carne.

I Reyes y II Reyes
I Reyes – El reino glorioso sufre división
II Reyes – Judá e Israel llevados al cautiverio

En realidad deberíamos llamarlos libros III y IV de los Reyes que en nuestras versiones se llaman libros I y II de los Reyes (porque los dos libros que preceden se llaman a en nuestras versiones libros de Samuel), han de considerarse como continuación de esos dos libros históricos a los cuales se agregan.

Empiezan con el advenimiento de Salomón al trono y cierran con la caída del reino de Judá, abarcando por consiguiente, más de cuatro siglos (X-VI a. C.). El primero, a saber el Libro III (3o.) de los Reyes, trae en su primera parte la historia de Salomón (cap. 1-11), en la segunda la de los reinos de Judá e Israel hasta el rey Ococías de Israel (cap. 12-22).

El Libro IV describe la historia de los dos reinos hasta la destrucción de Samaria y del reino de Israel (cap. 1-17), refiriendo luego los acontecimientos que siguieron en Judá, hasta el cautiverio babilónico.

No es el objeto de estos libros ofrecernos una historia exclusivamente política. Lo que el autor quiere mostrar es cómo los reyes observaron o no las normas de la Ley y de qué manera Dios cumplió sus promesas y amenazas. A la posición que toma cada rey respecto de la Ley, corresponde su suerte personal y la de su reino. Aquel rey es grande, que cumple la Ley, aquel es pequeño e impío, que la descuida. Este es el esquema según el cual cada rey es juzgado.

El autor debe haber sido uno de los profetas. Según la tradición judía fue Jeremías, con lo cual coinciden algunos ilustres exégetas modernos. En todo caso, ha de reconocerse el parentesco de estilo entre el libro de Jeremías y estos dos de los Reyes.

El tiempo de la composición de los dos libros ha de fijarse entre el año 562 y el año 538 a.C. Pues el autor menciona la liberación del rey Jeconías acaecida el año 562, pero no el fin del cautiverio (año 538).

El autor ha tenido a su disposición fuentes escritas, los anales de los reyes de Judá, citados por él 15 veces, y los anales de los reyes de Israel citados 17 veces. De estas fuentes ha entresacado lo que creía conveniente para su objeto.

Un problema para los exégetas es la cronología de los dos libros. Consiste ella en indicar la edad del rey que sube al trono y la duración de su reinado, y, además, su sincronización con el reinado del rey contemporáneo de Israel o de Judá, respectivamente. Pero si se suman los años de los reyes de Judá con los del reino de Israel desde el cisma hasta el cautiverio de Israel, resulta una diferencia de 19 años. Para solucionar esta dificultad se han propuesto varios sistemas.

I y II Crónicas (Paralipómenos [suplemento/adición])
I Crónicas – Los ritos de la Ley llevados a la práctica
II Crónicas – Judá avivado por sus reyes

Los dos Libros de las Crónicas (Paralipómenos) formaron en su origen un solo libro. Fueron divididos en dos por los Setenta, probablemente por razones prácticas.

Paralipómenos, es decir Suplementos, se llaman en griego estos libros porque traen cosas omitidas en los demás libros sagrados; pero además son un resumen de la historia del Antiguo Testamento. Los judíos los llamaban "las Palabras de los Días", y Jerónimo, para señalar su importancia, les dio el nombre de "Crónica de las Crónicas". Pero no deben confundirse con el Libro de las Crónicas o Anales, tantas veces citados en los libros de los Reyes, y en éstos mismos; aquél se perdió, pero es posible que estuviese resumido en éstos.

El primer libro refiere en su primera parte (caps. 1-9) las genealogías desde Adán hasta David, y en la segunda (caps. 10-29) la historia de David.

El libro segundo trata primeramente de la historia de Salomón (1-9) y luego principalmente del reino de Judá hasta su caída (10-36), incluyendo el decreto de libertad dado por Ciro.

Si bien los Paralipómenos son un resumen de la Historia Sagrada, constituyen, sin embargo, una obra personal e independiente. El fin que se propuso el autor fue demostrar que los tiempos en que el pueblo de Dios cumplía con la Ley, eran los mejores. Por eso pasa por alto los acontecimientos que no están relacionados con la religión y el culto; lo que, sin embargo, no quiere decir que su obra no tenga valor histórico. Muy al contrario, en la esfera religiosa, a que se limita el autor, pudo recurrir a otras fuentes, ante todas las listas genealógicas, guardadas en el Templo, las cuales no estaban al alcance de otros historiadores.

Las llamadas contradicciones con otros libros del Antiguo Testamento se solucionan fácilmente para los que adoptan las reglas de una sana hermenéutica, y no se erigen orgullosamente en jueces de la Palabra divina. Pues, como observa San Jerónimo, todo el conocimiento de las Escrituras se encierra en este volumen, en cuanto a la inteligencia de la historia.

El autor de los Paralipómenos es desconocido. Algunos lo buscan en Esdras o Nehemías, y para demostrar su tesis aducen la semejanza de estilo, explicando, por otra parte, como adiciones posteriores todas las cosas que denuncian un origen más moderno, por ejemplo la prolongación de la genealogía davidica hasta seis generaciones después de Zorobabel, etc. Seguramente los dos libros no han sido compuestos antes del cautiverio babilónico, sino probablemente en tiempos de la restauración del pueblo judío, con el fin de ilustrar sobre su historia sagrada a los judíos vueltos a su tierra, y facilitar el reparto de ésta según las genealogías. Quiso inculcarles que eran un pueblo teocrático, separado de los demás pueblos de la tierra y elegido para dar culto a Yahveh. De ahí la preferencia que el autor diera a la organización del culto que es el sello de la unión de Dios con su pueblo.

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