25 agosto 2010

Profetas menores - Parte 3

Sofonías
Jehová juzgará las naciones pero recordará a su pueblo

Sofonías, contemporáneo de Habacuc, descendiente directo, según parece decirlo él mismo, del santo rey Ezequías (cf. 1, 1), profetizó durante el reinado de Josías (638-608), probablemente antes o en el curso de la reforma del culto que llevó a cabo este otro santo rey.

El profeta se dirige contra la idolatría y la injusticia reinantes en Judá, no obstante el aparente despertar de la piedad traída por aquella reforma, y anuncia, como Habacuc, la próxima desolación del país por los enemigos. Luego vaticina contra los pueblos paganos, en primer lugar los filisteos y asirios, y termina, como casi todos los profetas, prediciendo la salud mesiánica con palabras que denotan un asombroso amor de Dios por Israel.

1. La Adoración de Baal
2. Otras Idolatrías
3. El Castigo de Jerusalén
4. El Día de Jehová
5. Un Llamado al Arrepentimiento
6. Fecha del Libro
7. El Gozo de Dios en su Pueblo


Hageo
Zorobabel unifica al pueblo para reedificar el Templo

Con Hageo (en hebreo Haggai) empieza el periodo postexílico de la profecía de Israel, en el cual le acompañará Zacarías y le sucederá, casi un siglo más tarde, Malaquías. Como muchos otros de los profetas menores, Hageo no es conocido más que por algunas pocas noticias. Sus cuatro discursos se refieren todos al segundo año de Darío I (520 a. C.), y fueron pronunciados en menos de cuatro meses (cf. 1, 1; 2, 11 y 21).

Su nombre como el de Zacarías se menciona en Esdr. 5, 1 y 6, 14, y allí vemos, como en los profetas anteriores, el ambiente decaído de los "restos" de Israel vueltos de Babilonia (tribus de Judá y Benjamín), que estos enviados de Dios trataron de levantar en aquel periodo, y que tan lejos estaba de la restauración soñada según los vaticinios de los profetas. En el orden político Israel estaba sometido a la tiranía extranjera; en el religioso y moral, reinaba la horrible decadencia que Malaquías enrostra a sacerdotes y pueblo, al que el mismo Hageo condena por su impureza (2, 10 ss.) y por su indiferencia en construir el nuevo Templo (1, 4 ss.), que debería haber sido el objeto de todas sus ansias, según las esplendorosas promesas del profeta Ezequiel (cf. Ez. 40, 1 ss.). Epoca "penosa y aún dolorosa, porque la teocracia hallaba, de parte de los hombres, muchos obstáculos para salir de sus ruinas, y el desaliento se había apoderado de los judíos, también del punto de vista religioso" (Fillion). Véase Esdr. 1, 2 y nota.

En el primer discurso (1, 2-2, 1), Hageo exhorta a los judíos, remisos en reanudar la reconstrucción del Templo; en el segundo (2, 2-10) consuela a los que habían visto la gloria y magnificencia del Templo salomónico; en el tercero (2, 11-20), anuncia la bendición de Dios y la futura gloria del Templo; en el cuarto (2, 21-24), se dirige a Zorobabel prometiéndole recompensa divina y fortaleciéndole con la promesa del reino mesiánico futuro, "con lo cual se ve una vez más que esta restauración precaria de aquellas pocas tribus, que tanto había de sufrir aún en tiempos de los Macabeos, y caer luego en el deicidio y la total dispersión, no era sino figura de aquella otra que constituía la esperanza de Israel". Véase Sof. 3, 20 y nota.

1. El Primer Mensaje
2. La Respuesta del Pueblo
3. El Segundo Mensaje
4. El Tercer Mensaje
5. El Cuarto Mensaje
6. La Naturaleza de Haggeo

Zacarías
Visiones de justicia y restauración y de la gloria final

El nombre de Zacarías, común a más de veinte personajes del Antiguo Testamento, tiene en hebreo el hermoso significado de "Dios se acuerda", o "el recordado de Dios", es decir que su sola enunciación significaba un acto de fe en el Dios vivo.

Zacarías, hijo de Baraquías, y nieto de Iddó (Esdr. 5, 1 y 6, 14 le llama hijo de éste en sentido lato), comenzó a profetizar en el mismo año que Hageo (520 a. C.). No parece, pues, ser, como muchos creyeron, el mismo sacerdote Zacarías que Jesús cita en Mt. 23, 35, y Lc. 11, 51, pues se considera que éste fue asesinado unos 330 años antes, por orden del rey Joás (II Par. 24, 21), y que era hijo de Joiadá, siendo este nombre, según San Jerónimo, un apodo de Baraquías. La actividad profética de Zacarías abarca dos años (520-518). Según otros, algo más.

Mientras Hageo exhorta al pueblo principalmente a la restauración del Templo, Zacarías, con su autoridad de profeta y de sacerdote de la tribu de Leví (Neh. 12, 16), y con un celo que se alaba en Esdr. 6, 14, "tomando como punto de partida el estado de aflicción en que se hallaba entonces Jerusalén... anima, consuela, exhorta, mostrando el porvenir brillante reservado a Israel y las bendiciones abundantes que se unirán a la restauración del Santuario de Yahveh" (Fillion), para lo cual expone ante todo ocho visiones (caps. 1-6). Los caps. 7-8 que forman la respuesta a una consulta, contienen enseñanzas espirituales y son, como Is. 37-39, un nexo entre la primera y la última parte de la profecía. En los restantes caps. (9-14), cuya magnificencia es parecida a la de Isaías, el profeta vaticina el reino mesiánico, que es el fin y objeto principal de sus profecías, y muestra a Cristo en sus dos venidas: rechazado y doliente en la primera, triunfante y glorioso en la segunda. Véase y compárese Zac. 9, 9 (el Mesías montado en un asnillo: cf. Mt. 21, 5); 11, 12 s. (traicionado y vendido: cf. Mt. 27, 9); 12, 10 ss. (traspasado por la lanza: cf. Juan 19, 37); 13, 7 (abandonado por los suyos: cf. Mt. 26, 31).

La crítica racionalista niega la unidad de este Libro, atribuyendo la última parte (9-14) a otro escritor anterior al cautiverio de Babilonia. A esto se opone la tradición constante de la Sinagoga y de la Iglesia, demostrando principalmente, no sólo que no existe prueba alguna de ello, sino también que la vuelta de la cautividad es presentada en ambas partes de Zacarías, como imagen de la felicidad futura prometida a Israel, y descrita de la misma manera. Véase en Vigouroux, Cornely, Knabenbauer, etc., los paralelismos importantes entre textos de Zacarías y los profetas Jeremías, Ezequiel, Sofonías, etc., que muestran que aquél se sirvió de ellos y no pudo por tanto ser anterior a la toma de Jerusalén por Nabucodonosor. Esos textos, que fueron admitidos como argumento decisivo por un crítico racionalista como de Wette, haciéndole cambiar de opinión sobre la autenticidad del final de Zacarías, son los siguientes: 9, 2 y Ez. 28, 4; 9, 3 y III Rey. 10, 27; 9, 5 y Sof. 2, 3; 10, 3 y Ez. 34, 17; 11, 4 y Ez. 34, 4; 11, 3 y Jer. 12, 5; 13, 8 s. y Ez. 5, 12; 14, 8 y Ez. 47, 1-12; 14, 10 s. y Jer. 31, 38-40; 14, 20 s. y Ez. 43, 12 y 44, 9.

1. La Primera Súplica del Profeta
2. Ocho Visiones
3. El Asunto del Ayuno
4. La Unidad de Zacarías
5. La Esperanza Mesiánica

Malaquías
Reprende y exhorta al pueblo porque su Mesías vendrá pronto.

Malaquías significa "Mensajero mío" (cf. 3, 1 y nota), o "Angel del Señor" (así lo llama la versión griega), y de ahí que Clemente Alejandrino, Orígenes y otros Padres, a falta de datos sobre la persona del profeta, lo tomasen por un ser celestial. Mas tal opinión no se funda en argumento real alguno; tampoco lo admiten los exégetas modernos. El Targum de Jonatán dice en cambio que Malaquías era simplemente un nombre adoptado por el mismo Esdras para escribir la profecía.

La serie de los profetas menores se cierra con Malaquías, que vivió en tiempos de Esdras y Nehemías, casi un siglo después de los profetas Hageo y Zacarías, cuando el Templo estaba ya reedificado y se había reanudado el culto. Malaquías sólo será sucedido, cuatro siglos más tarde, por el Precursor, a quien él mismo anuncia (como también la vuelta de Elías: cf. 3, 1 y 4, 5 s.), y a quien Jesús había de caracterizar como el último y mayor profeta del Antiguo Testamento, al decir: "La Ley y los profetas llegan hasta Juan" (Lc. 16, 16).

Después de recordar, como una sentencia que agrava la culpa de Israel, cuánto fue el amor de Dios por su pueblo, Malaquías lucha contra los mismos abusos contra los cuales se dirigen los libros de Esdras y Nehemías, es decir, la corrupción de las tribus vueltas de Babilonia. "El estado moral de los judíos en Palestina se hallaba entonces bien lejos de ser perfecto. Una profunda depresión se había producido a este respecto desde los días mejores en que Hageo y Zacarías promulgaban sus oráculos. Malaquías nos muestra a la nación teocrática descontenta de su Dios porque tardaban mucho, según ella, en realizarse las promesas de los profetas anteriores" (Fillion).

Empieza tratando de los sacerdotes y del culto, por lo cual reprende a los ministros del Señor que se han olvidado del carácter sagrado de su cargo (1, 6-2, 9). Predica luego contra la corrupción de las costumbres en el pueblo (2, 10-3, 18), los matrimonios mixtos y los frecuentes divorcios, y exhorta a pagar escrupulosamente los diezmos.

Al final anuncia el profeta la segunda venida de Elías como precursor del gran día del Señor, juntamente con predicciones mesiánicas muy importantes. Cf. 3, 1; 4, 5-6.
1. El Método de Malaquías
2. El Pecado de los Sacerdotes
3. El Pecado del Divorcio
4. "Mi Mensajero"
5. El Diezmo
6. El Mesías Viene Ya

0 commentaires:

Publicar un comentario